miércoles, 16 de abril de 2014
La Columna de Leo Ramos: Las Puertas de la Percepción
Por Leo Ramos
El origen del título se remonta a una cita de William Blake contenida en su obra El matrimonio del cielo y el infierno:
"Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito."
William Blake
Huxley describe su experiencia en el consumo de la mezcalina, el principio activo del peyote. Junto a su esposa y al Dr. Humphry Osmond deciden documentar la experiencia.
Por lo que había leído de la mezcalina, estaba convencido de que lo haría entrar en la clase de mundo interior descripto por Blake. No había tenido en cuenta la idiosincrasia de su formación mental, los hechos de su temperamento, su preparación y sus hábitos. La primera sensación no fue la esperada, ni fue en modo alguno revolucionaria. Después de media hora de tomar la droga, advirtió “una lenta danza de luces doradas”. El otro mundo al que la mezcalina le daba entrada no era el mundo de las visiones, existía allí mismo, en lo que podía ver con los ojos abiertos. El gran cambio se producía en el campo objetivo. Estaba contemplando el milagro de la naturaleza desnuda. Los libros, como las flores, brillaban cuando las miraba. con colores más vivos, con un significado más profundo.
Luego las preguntas de Osmond quizá fueron racionales para nuestro mundo, pero irrelevantes para el mundo de la mezcalina:
-¿Que me dice de las relaciones espaciales?
En tiempos ordinarios el cuerpo se dedica a problemas como ¿dónde? ¿A qué distancia?, con el consumo de mezcalina las preguntas son de otro orden. El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés. La mente obtiene su percepción en función de intensidad de existencia. No importaban las medidas, sino el ser y su significado. El ojo recobra parte la esa inocencia perceptiva de la infancia.
-¿Y el tiempo?
Se diría que hay tiempo de sobra, respondía cuando me preguntaban por el tiempo.
Después de la experiencia el autor recuerda la teoría del filósofo Bergson
Según la cual, la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales, es principalmente eliminativa, no productiva, la función de estos es protegernos de esta masa de conocimientos en parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en cualquier momento.
Para que la supervivencia biológica sea posible, la inteligencia libre tiene que ser regulada mediante la válvula reductora del cerebro y del sistema nervioso.
La utilidad del lenguaje, de la palabra es otra de las cuestiones objeto de la crítica, gracias a los símbolos y al lenguaje es como hemos podido elevarnos del salvajismo, pero así como somos sus beneficiarios, podemos convertirnos en sus víctimas. Debemos preservar nuestra palabra, pero del mismo modo aprender a intensificar nuestra capacidad de ver al mundo directamente, y no a través de los conceptos que deforman cualquier hecho determinado en alguna abstracción explicativa, opina el autor, y comparte una cita de Goethe: “ Hablamos demasiado. Deberíamos hablar menos y dibujar más”.
“Gastamos actualmente en bebidas y en cigarrillo más de lo que gastamos en educación” afirma el autor, el afán de escapar de nosotros y de nuestro ambiente se halla todo el tiempo. A pesar de los accidentes de tránsito producidos por conductores ebrios, a pesar del cáncer de pulmón, se considera que son hábitos tan naturales como comer. Pero la forma de estar a la altura de las circunstancias no puede ni debe pasar por la prohibición, por “cerrar las puertas del muro” si no por abrir nuevas puertas, mejores para que hombres y mujeres cambien sus viejas malas costumbres por hábitos nuevos, menos dañinos.
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